La mujer china, drama y esperanza
La literatura china está llena de relatos sobre el drama de la mujer en su vida cotidiana, en sus sentimientos lacerados, en la reducción brutal de su importancia en la sociedad. La poesía amorosa china oferta la historia de pasiones contenidas, de dolores atávicos, del repudio de sus maridos mientras estos gozan de la libertad que les confiere la tradición para el maltrato y el abandono. Tanto las mujeres como los hombres poetas de la China antigua transmiten esta dura realidad que, por largos siglos, mantuvo a la mujer en un plano secundario, con sueños truncos y desesperanzas múltiples.
Fu Xuan, un poeta de la dinastía Jin, cantaba sobre la tristeza de la mujer china: “siempre despreciada./ Crece sin ser querida,/sin ser orgullo de la familia...Doncella, se oculta en el fondo de la casa/ cabizbaja, se avergüenza al ver gente./Cuando abandona su tierra para casarse/ llora cual nube al llover”. Wang Can, otro gran poeta, perteneciente a la dinastía Han, estremece con su poema a la mujer repudiada donde relata la felicidad de ella al ser escogida por su señor como esposa pensando que el amor sería firme y aumentaría día a día, pero “el brote de felicidad/ no duró más que un instante”. Pronto sería repudiada: “El carro está ya enganchado/ me espera ante la puerta./ Ahora debo irme/ no puedo demorarme./ Con mis cintas y vestidos/ salgo por el portillo./ Me vuelvo hacia las salas y alcobas/ y me despido para siempre”.
En décadas recientes, el drama continuó. Sabemos por Xinran Xue, autora del formidable libro-testimonio Nacer mujer en China, como la represión, el maltrato, la indiferencia a sus desvelos propios, la miserable sumisión, condenaron a millones de chinas al sufrimiento, al acoso y al dolor más largo y profundo, condenadas a morir sin esperanza. Durante la llamada Revolución Cultural –que duró de 1966 a 1976- muchas niñas fueron separadas de sus padres para ser “reeducadas” en orfanatos y recintos militares. La pequinesa Xue fue una de ellas. Cuando el mandatario chino Deng Xiaoping alimentó un proceso de reapertura después de la muerte de Mao Zedong, la ya para entonces periodista Xue produjo un famoso programa radial -“Palabras en la brisa nocturna”- que se mantuvo en antena por ocho años y en el cual muchas mujeres ofrecieron sus testimonios de las décadas represivas y autoritarias, donde se violentaron persistentemente sus derechos. Fue así como pudo conocerse el desprecio y los sufrimientos que padecieron las mujeres en China, continuando la dura tradición de los años más antiguos de su milenaria existencia. Los libros sobre este tema abundan y los ejemplos sobran.
MuKien Adriana Sang Ben, esa china santiaguera que por igual expresa su dominicanidad a través de sus talentos, de su historia de estudio y de servicio a la tierra donde vino a la vida, ha estado, en los últimos años, tras la localización de los orígenes de sus ancestros, de la sangre china que le corre por las venas. Viajando hacia la tierra de sus antepasados o escribiendo, como lo hace ahora, sobre ese largo drama de la mujer china. Ella es producto de la migración, como cientos de hombres y mujeres chinas que se integraron en casi todas las naciones de la tierra, huyendo, como todo migrante, de las penurias, del hambre, del silencio obligado a que fueron sometidos por las estructuras de poder y por las condiciones limitadas de una sociedad sin oportunidades. Se internaron en todos los confines y llegaron a nuestra isla tras la forja de la esperanza perdida. Su historia de trabajo incesante, de formación de sus familias, fieles siempre a sus tradiciones, fueron creando una heredad de valor incuestionable que se expresa hoy, en el caso dominicano, desde distintas vertientes, contribuyendo a la etnia mezclada que es la base de la dominicanidad de nuestros tiempos.
MuKien, historiadora, especialista en temas del Caribe, vibrante, inteligente, tenaz, como sus hermanos y hermanas que han tenido una valiosa hoja de servicio en diferentes áreas, nos relata esa historia de la mujer china. Lo hace desde el ángulo de la migración que se produjo, en el caso dominicano, a finales de la década del treinta. MuKien es hija de padre chino que llegó al país en 1936 desde el sur de su patria. Su madre fue una francomacorisana también con ancestros chinos. Ambos se casaron en Santiago de los Caballeros en 1947 y legaron a nuestra sociedad una prole de nueve hijos. Pero, antes, el padre decidió regresar a Guanzhou, a la comunidad de donde procedía, y allí nació su primer hijo, Peng Kian. Cuando la vida se complicó de nuevo allí y la pobreza no permitía más padecimientos, se reembarcaron de nuevo hacia República Dominicana, viviendo primero en Santo Domingo y luego en Santiago, donde don Miguel Sang hizo historia como comerciante emprendedor. Aparte de los varios negocios que creó, mientras procuraba la mejor educación para sus vástagos, entre ellos la entonces famosa tienda La Pagoda y el restaurante Pez Dorado, el padre de MuKien fue quien introdujo en nuestro mercado dos ungüentos clásicos en la vida familiar dominicana, La Flecha y El Tigre, y quien inició la importación desde China del ratán, utilizado en la fabricación de muebles.
La historia que nos cuenta MuKien, parte de las bases filosóficas, culturales e históricas de la exclusión y el sometimiento a que fueron sometidas las mujeres chinas, hasta ir poco a poco, década a década, venciendo el drama ancestral y conquistando su real lugar en la sociedad china del siglo XXI. El modelo familiar chino en toda su existencia es muy diferente al modelo occidental. Pero, ya muchos aspectos han ido modificándose por la apertura experimentada en esa sociedad y por las naturales disposiciones de la juventud a vencer temores y obstáculos, y situarse en el mundo global de nuestros días.
Con MuKien sentimos la presencia de la migración: las trabas, los estigmas, los rechazos, los conflictos, el dolor y los secretos de las mujeres migrantes. La escritora admite que “los chinos migrantes se caracterizaban y se caracterizan todavía, por el silencio, el misterio y la obediencia”. Esa forma de pensar y actuar los obligó a resistir los embates de la cotidianidad desde el gueto, al no integrarse plenamente en la sociedad que los acogía. Ella quiso asumir la investigación del porqué de esta actitud de vida. Y lo hizo investigando en otras tierras y leyendo novelas sobre la vida en China. Quiso estudiar esa “aberrante situación de las mujeres chinas desde el inicio de la historia de este inmenso país hasta la actualidad”. Sabía que las mujeres chinas que migraron cargaban el contrapeso de “una historia de obediencia, exclusión, sometimiento y marginalidad” que se mantuvo hasta mediados del siglo pasado.
Tres novelistas le sirvieron de base para escribir este libro: la Nobel de literatura estadounidense Pearl S. Buck, quien vivió por cuarenta años en China junto a sus padres que eran misioneros presbiterianos y como consecuencia de esa larga estancia escribió un libro hermoso, memorable Viento del Este, viento del Oeste, en 1929. Amy Tan, californiana de padres chinos migrantes, originarios de Beijing y Shangai, y que con su primera novela El club de la buena estrella, publicada en 1989, se convirtió en una autora famosa y su libro en un auténtico best seller. Y Lisa See, otra hija de migrantes nacida en París y establecida luego en Los Ángeles, California, cuyas novelas –escritas originalmente bajo el seudónimo de Mónica Highland en la década de los ochenta- se centran en las costumbres chinas, enfatizando el drama de sus mujeres (Tierra de loto, 110 carretera de Shangái, Saludos desde el sur de California).
MuKien Sang Ben, aspira a que su obra más reciente ayude a los lectores “a entender una historia de siglos de injusticias, de lágrimas, de dolor, de sangre, sudor, desolación y exclusión” de la mujer china. “Todavía se siente el peso de las inmensas cadenas que las atan a sus antepasados”. El objetivo logrado de su ensayo es evidente. Nos enseña una realidad que antes sólo nos habían contado migrantes chinas de otras regiones. Ahora la comprendemos mejor, tal vez, en su voz y en su testimonio, con bases firmes en la historia y en las costumbres de su patria ancestral, un drama a primera vista superado y que ha creado una nueva esperanza a la vida y a los sueños de la mujer china, dentro o fuera del territorio de sus padres.
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