
La trama de esta columna de un sábado del pasado diciembre giró en torno a un libro escrito en el siglo XVI, 'Les prophéties', y a su autor, Michel de Nôtre-Dame, conocido como Nostradamus.
En el capítulo dedicado a 2022, auguraba desastres que se han ido produciendo en este año como consecuencia del cambio climático (incendios, sequía), hambruna (falta de alimentos para personas y animales), crisis económica (inflación), guerra (Ucrania) y el fallecimiento de un importante líder político (Isabel II). De lo que dibujó para el corriente ejercicio, solamente queda pendiente de convertirse en real la disgregación de la Unión Europea,
Creyendo sin creer, pienso que hay personas que existiendo en el futuro regresaron al pasado para explicar modos, sucesos, sensaciones y cosas como si las vivieran en su particular presente. Esto es, alguien clonó cerebros del futuro y los implantó en seres del pretérito, léanse el mismo Nostradamus o Julio Verne.
La profesión de analista de los mercados financieros no tiene este sustento. Solo con su conocimiento, ciencia y experiencia deben prever qué deparará el mañana, siempre condicionados por los equipo de ventas de los que -de alguna manera- dependen, por lo que un pesimismo total no se puede manifestar excepto que la mayoría del mercado acompañe la tendencia, precisamente lo que está ocurriendo en la actualidad. ¡Todos negativos! ¡Ninguno positivo!
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